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Podríamos definir la astrología como una ciencia cuya esencia es el estudio del hombre. Su lenguaje no es sencillo porque en su conjunto es algo más que cálculos matemáticos, conceptos o doctrinas.

Al nacer estamos absorbiendo energía del cosmos. Energía que podemos ver plasmada en lo que llamamos carta natal:  esta imagen especial contiene casas, signos y planetas que conforman múltiples manifestaciones que se relacionan entre sí en los tres niveles más básicos: el espiritual, el psíquico y el material.

Por una parte, el zodiaco es un cinturón estelar que rodea nuestro sistema solar. Sus 360 grados se dividen en 12 signos de 30 grados cada uno. Cada uno de estos 12 signos tienen cualidades propias y particulares que los hacen bien diferentes.

Hay que recordar que cada signo tiene una correlación con la constelación de su mismo nombre, pero por la precesión de los equinoccios estas constelaciones ocupan una posición diferente respecto a la Tierra.

Por su parte, la energía Divina se recrea en el cosmos y la interpretación de esa energía zodiacal es muy elevada para la comprensión humana básica; hay que entender esa expresión en un formato terrenal y es entonces cuando nos referimos a «casas», las cuales son la proyección de esos signos en la Tierra.

Las casas y los signos son estáticos, su energía no puede simplemente trasladarse y llegar directo al ser humano. Se necesita de algo que cumpla la función de transmisor de esas energías y es ahí donde los planetas como cuerpos en movimiento recogen esa vibración y la trasladan en el espacio. Dependiendo de su composición, al pasar por cada signo cada planeta trasformará de alguna manera la vibración de la energía que está recibiendo.

Por último, hay otro factor importante para tener en cuenta y que consiste en aquellos aspectos generados por las casas, los signos y los planetas. Siendo la órbita elíptica la relación que se forma entre ellos,  será medida en ángulos.

La Astrología es tan real que podemos comprobar los hechos, pero la recepción de la energía va a variar en cada uno de acuerdo a como sean las condiciones. Es algo así como cuando encendemos la radio: «El periodista está ubicado en algún sitio emitiendo una señal que pasa por una antena y a su vez esta señal llega hasta nosotros. Entonces, percibiremos el sonido de acuerdo con la calidad del radio que se tenga».

Toda esta multiplicidad de simbologías y combinaciones nos hacen entender la relación que tiene el hombre con el universo.  Que esa fotografía que se da al momento de nacer es irrepetible, haciendo al hombre único y universal en sí mismo, pero que a la vez está ligado a una colectividad por cualidades comunes como son: la clase social, la generación, el nivel cultural, el medio geográfico y la raza.

Por lo tanto, es innegable que el hombre está ligado al universo por una energía invisible que sólo la astrología es capaz de descifrar, sí descifrar, porque los astrólogos trabajamos con símbolos.

La carta natal es eso, un plano cargado de símbolos iguales que se manifiestan en forma única e irrepetible para cada ser humano en el que podemos ver caminos, autopistas, carreteras, salidas, obstáculos, callejones sin salidas, formas de vencerlos — símbolo de las emociones– pero lo que nunca podremos ver ni vivenciar como astrólogos será la forma como cada uno llevará esa vivencia en su propio territorio.

Todos irán por su territorio alegres, sonriendo, pateando, llorando, gimiendo, aceptando su destino pero ante todo, irán.